Colaboraciones
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Cuidemos nuestro planeta
Cuidemos nuestro planeta
Hemos llegado a un punto en la historia de la humanidad en el que la naturaleza nos está haciendo un urgente llamado a detenernos, para reflexionar y reaccionar respecto a las formas y las consecuencias de nuestros hábitos de consumo energético. Estamos tan acostumbrados a gozar de las comodidades de la civilización que cuando requerimos de electricidad, pocas veces reflexionamos sobre los grandes esfuerzos, inversiones y recursos materiales que se necesitan para producir cada kilowatt que consumimos.
La dinámica de la industrialización iniciada en gran escala desde los albores del siglo XX y soportada en los combustibles fósiles, trastocó en considerables sentidos la fisonomía, los hábitos, la cultura y la economía de muchos y diversos países. La rápida industrialización de las principales economías implicó un uso acelerado de los combustibles fósiles. A partir de entonces se vislumbró un rápido cambio en la fisonomía de bosques y selvas. Estos ecosistemas fueron paulatinamente tragados como insumos para sostener el avance de las sociedades modernas que cada vez requerían más energía. Con este consumo irracional de energía, bienes y servicios, la contaminación empezó a ser el denominador común en las grandes ciudades y sus efectos adquirieron presencia y nombre con los denominados gases de efecto invernadero (GEI). Desde entonces los porcentajes de dióxido de carbono y metano, principales compuestos de los GEI, se han incrementado de manera caótica y desbordada en la atmósfera y sus consecuencias ahora son catastróficas y demoledoras.
Lo que hasta hace algunas décadas era algo parecido a la ciencia ficción ahora es una contundente realidad. El cambio climático ya es una presencia cotidiana cuyas manifestaciones están causando grandes estragos en diversos ámbitos de la geografía mundial. Los fenómenos naturales se han intensificado en cantidad y magnitud. Los tornados, tsunamis, terremotos, ciclones, huracanes y las erupciones volcánicas son solo parte de la respuesta de la naturaleza, ante los daños que le han causado los afanes de la humanidad por entrar al círculo de la globalización. La esquizofrenia de las sociedades por alcanzar la modernidad tiene enfermo al mundo. Estamos pagando muy caro las engañosas comodidades que nos ofrece la civilización actual. Vivimos una época en que la tecnología permite la sobreproducción de alimentos, pero paradójicamente el número de pobres y hambrientos va en crecimiento. Sostener a las sociedades de los países del primer mundo implica un gasto excesivo de energía. Los países ricos son los principales consumidores energéticos y también quienes con sus estructuras productivas generan los mayores porcentajes de contaminación.
Lo que a la naturaleza le ha llevado millones de años hoy se está deteriorando a pasos agigantados. Los ciclos climáticos ya no son regulares y las especies animales salvajes, como parte de su estrategia de sobrevivencia ante los drásticos cambios climáticos han comenzado a cambiar sus hábitos y ahora les resulta extraordinariamente difícil encontrar alimento, también sus ciclos reproductivos están sufriendo notables cambios. La naturaleza -ante el acelerado paso con que la estamos contaminando- se manifiesta incapaz de seguir auto sanándose. Cada vez le es más difícil reciclar los desechos que generan las sociedades de consumo, es decir todos los habitantes humanos del planeta tierra. Aunque el destino nos está pisando los talones no dejemos que las apocalípticas imágenes de la película "Cuando el destino nos alcance" se conviertan en realidad. En esta inquietante película la única evidencia de que en una época la tierra estaba plena de majestuosos paisajes naturales, eran los videos que solo podían ver quienes antes de ser convertidos en alimento tenían el privilegio de beber una copa y disfrutar virtualmente los prodigios de los referidos paisajes.
No podemos quedarnos de brazos cruzados esperando que las políticas públicas y los programas gubernamentales detengan el cambio climático global, desde nuestra posición de ciudadanos debemos contribuir con nuestro granito de arena, evitando el despilfarro de energía doméstica y disminuyendo, en medida de nuestras posibilidades y hábitos, la contaminación y el uso de materiales plásticos. Todavía es tiempo de comprometernos en iniciativas y proyectos que contribuyan a mitigar la crudeza del cambio climático global. En estos afanes, es fundamental hacer un uso racional y eficiente de los recursos energéticos disponibles, asimismo es vital respetar y conservar el medio ambiente.
La dinámica de la industrialización iniciada en gran escala desde los albores del siglo XX y soportada en los combustibles fósiles, trastocó en considerables sentidos la fisonomía, los hábitos, la cultura y la economía de muchos y diversos países. La rápida industrialización de las principales economías implicó un uso acelerado de los combustibles fósiles. A partir de entonces se vislumbró un rápido cambio en la fisonomía de bosques y selvas. Estos ecosistemas fueron paulatinamente tragados como insumos para sostener el avance de las sociedades modernas que cada vez requerían más energía. Con este consumo irracional de energía, bienes y servicios, la contaminación empezó a ser el denominador común en las grandes ciudades y sus efectos adquirieron presencia y nombre con los denominados gases de efecto invernadero (GEI). Desde entonces los porcentajes de dióxido de carbono y metano, principales compuestos de los GEI, se han incrementado de manera caótica y desbordada en la atmósfera y sus consecuencias ahora son catastróficas y demoledoras.
Lo que hasta hace algunas décadas era algo parecido a la ciencia ficción ahora es una contundente realidad. El cambio climático ya es una presencia cotidiana cuyas manifestaciones están causando grandes estragos en diversos ámbitos de la geografía mundial. Los fenómenos naturales se han intensificado en cantidad y magnitud. Los tornados, tsunamis, terremotos, ciclones, huracanes y las erupciones volcánicas son solo parte de la respuesta de la naturaleza, ante los daños que le han causado los afanes de la humanidad por entrar al círculo de la globalización. La esquizofrenia de las sociedades por alcanzar la modernidad tiene enfermo al mundo. Estamos pagando muy caro las engañosas comodidades que nos ofrece la civilización actual. Vivimos una época en que la tecnología permite la sobreproducción de alimentos, pero paradójicamente el número de pobres y hambrientos va en crecimiento. Sostener a las sociedades de los países del primer mundo implica un gasto excesivo de energía. Los países ricos son los principales consumidores energéticos y también quienes con sus estructuras productivas generan los mayores porcentajes de contaminación.
Lo que a la naturaleza le ha llevado millones de años hoy se está deteriorando a pasos agigantados. Los ciclos climáticos ya no son regulares y las especies animales salvajes, como parte de su estrategia de sobrevivencia ante los drásticos cambios climáticos han comenzado a cambiar sus hábitos y ahora les resulta extraordinariamente difícil encontrar alimento, también sus ciclos reproductivos están sufriendo notables cambios. La naturaleza -ante el acelerado paso con que la estamos contaminando- se manifiesta incapaz de seguir auto sanándose. Cada vez le es más difícil reciclar los desechos que generan las sociedades de consumo, es decir todos los habitantes humanos del planeta tierra. Aunque el destino nos está pisando los talones no dejemos que las apocalípticas imágenes de la película "Cuando el destino nos alcance" se conviertan en realidad. En esta inquietante película la única evidencia de que en una época la tierra estaba plena de majestuosos paisajes naturales, eran los videos que solo podían ver quienes antes de ser convertidos en alimento tenían el privilegio de beber una copa y disfrutar virtualmente los prodigios de los referidos paisajes.
No podemos quedarnos de brazos cruzados esperando que las políticas públicas y los programas gubernamentales detengan el cambio climático global, desde nuestra posición de ciudadanos debemos contribuir con nuestro granito de arena, evitando el despilfarro de energía doméstica y disminuyendo, en medida de nuestras posibilidades y hábitos, la contaminación y el uso de materiales plásticos. Todavía es tiempo de comprometernos en iniciativas y proyectos que contribuyan a mitigar la crudeza del cambio climático global. En estos afanes, es fundamental hacer un uso racional y eficiente de los recursos energéticos disponibles, asimismo es vital respetar y conservar el medio ambiente.